viernes, 10 de septiembre de 2010

Clase 25 - GC 2010

PERMANEZCAN EN MÍ
Juan 15:1-17

Una de las cosas más difíciles para una persona es permanecer hasta el final en lo que ha empezado, porque es muy fácil comenzar pero no terminar, se necesita carácter para lograr alcanzar las metas. Dios conoce el corazón del hombre y sabe que puede claudicar en la vida cristiana, por lo que nos enseña el secreto o la clave para lograr una vida de éxito y victoriosa, y sobre todas las cosas, cómo mantenernos fiel hasta el final.

Lejos de Dios nada podemos hacer porque necesitamos que Él este en nosotros y nosotros en Él para lograr dar fruto, porque eso es lo Dios está buscando, no busca los dones u otras habilidades, quiere resultados positivos por practicar la Palabra. Las circunstancias difíciles y adversas son oportunidades para podar nuestra vida y así dar más fruto, por supuesto que esto puede doler pero vale la pena porque es para nuestro bien, para nuestro crecimiento espiritual y sobre todo, para conocer más a Dios.

(v.5-8) Cuando el cristiano se aleja de Dios, poco a poco su vida se empieza a secar y finalmente deja de dar fruto. El Señor quema las ramas que no dan fruto, y se refiere que en el juicio final serán lanzados al lago de fuego por la eternidad, por no dar el fruto que Dios esperaba. Nuestro fruto glorifica a Dios cuando hacemos lo correcto ante las situaciones difíciles, y así debe ser siempre. Es necesario que permanezcamos en la oración y en la Palabra para tener una vida fructífera, es decir, permanecer en Él (oración) y en Su Palabra (Biblia). Todo esto demuestra que somos discípulos de Jesús.

La permanencia en Dios y Su Palabra es muy relevante para conocer bien Su voluntad, y así saber qué pedir o cómo pedir para que el Señor nos responda con seguridad y nos de lo que deseamos o necesitamos. Cuando conocemos Su voluntad y nos sometemos a ella, automáticamente nuestros deseos pasan a segundo lugar y escogemos Sus deseos como los nuestros y esa es la clave para pedir conforme a Su voluntad. Debemos negarnos a nosotros mismos (deseos, comodidad, proyectos), es decir, crucificar nuestro “Ego” (Yo) para seguir al buen Pastor.

(v.9-17) Jesús constantemente estuvo enseñando sobre el amor y nos dejó la orden de amarnos unos a otros, cosa que no es nada fácil pero sí podemos lograrlo cuando su amor incondicional reina en nuestra vida. La obediencia constante y fiel, nos abre la puerta para vivir al máximo en lo sobrenatural.

Jesús nos “escogió” para que fuéramos sus amigos, y esto es una gran ventaja porque tenemos libertad para interceder por nosotros mismos o por otros. Abraham así intercedió por su sobrino Lot que estaba en Sodoma y Gomorra y Dios intervino a su favor, porque el Señor lo consideraba su amigo. Ahora en Cristo tenemos el privilegio de ser hijos de Dios, sus amigos y sus siervos.

Permanezcamos en Jesús para que demos abundante buen fruto para glorificar al Padre.

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