martes, 19 de octubre de 2010

La iniquidad

Por Ernesto Rosas


La Biblia cuando nos menciona acerca del corazón del hombre no siempre se refiere al espíritu que es la parte más íntima de nuestro ser, sino que también se enfoca a las tres partes del alma: (1) Mente, (2) Emociones, (3) Voluntad.

La mente tiene una gran influencia en las otras dos, el maligno lo sabe y concentra su atención para meterse a la mente y poner sus fortalezas para tener el control del creyente. De manera progresiva la iniquidad empieza a crecer y echar raíces buscando la profundidad para mantenerlo en cautiverio, lejos de la libertad espiritual.

La iniquidad es la maldad de nuestros padres y ha generado una maldición sobre los hijos hasta la cuarta generación, donde pueden estar atados a un espíritu maligno que se encarga de cumplir dicha maldición (Éxodo 20:4-6).

La iniquidad debe ser confesada a través del arrepentimiento para que sea cancelada con el perdón, de lo contrario seguirá pasándose de generación a generación, y cada vez que se practique ese pecado en alguna de esas generaciones, nuevamente se activa la maldición por cuatro generaciones más. El adversario buscará de muchas formas que los hijos practiquen el pecado de sus padres para seguir teniendo derecho legal sobre sus vidas (Nehemías 9:1-3, Levíticos 26:39-42, Jeremías 14:20).

La iniquidad es como el ADN del maligno y se transmite por generaciones para que la maldad siga proliferando con perversión, corrupción y violencia, que son las características que se vieron en los tiempos de Noé y hoy en día también (Génesis 6:5-13).

Lo contrario de la iniquidad es la santidad; la iniquidad practica lo malo, la maldad; y la santidad es practicar la justicia y odiar la maldad.

Nosotros no pagamos por los pecados de nuestros antepasados, ellos pagan con muerte si no hay arrepentimiento de corazón, pero si podemos llegar a sufrir las consecuencias de la maldición como lo dije antes. Todos los pecados se pagan de manera personal, no es de manera familiar. Debemos ser responsables por lo que hablamos y hacemos, porque Dios nos juzgará a cada uno de nosotros y nos pedirá cuentas (Ezequiel 18:1-32, 2 Pedro 3:8-9).

El maligno al principio era un ángel hermoso con buena conducta hasta que entró la iniquidad en su corazón y lo transformó en un ser detestable que arrastró a otros ángeles a hacer lo mismo bajo la influencia de su liderazgo y el poder del engaño. Por eso nosotros debemos cuidar nuestra mente porque ahí es donde la iniquidad quiere entrar.

La Iniquidad
Según el Antiguo y Nuevo Testamento significa: Maldad, Injusticia, Perversidad, Distorsionar moralmente, Poner una carga o un yugo sobre el cuello, Afectar totalmente, Hacer lo malo, Poner lo malo, Exceder en maltratar, Abusar, Burlar, Contristar, Causar e imponer dolor.

Debe haber puertas abiertas para que la iniquidad pueda entrar y establecerse en la mente para que finalmente haga todo y más del significado antes mencionado.

LOS PENSAMIENTOS
Dios quiere que renovemos nuestra mente cada día con Su Palabra y la oración íntima para que no caigamos en la vanidad mental, ciega y confundida espiritualmente, con pensamientos frívolos y una consciencia insensible y cauterizada por el pecado (Efesios 4:17-27).
La actitud de su mente (v. 20-24)

También otras versiones lo mencionan como el espíritu de tu mente, el alma racional. En el idioma original nos enseña que la mente es un lugar dispuesto a Dios, a lo sobrehumano, ángel o a un demonio. Es un lugar para acezar y controlar desde ahí.

Nuestro comportamiento está relacionado con nuestra mente, por eso es muy importante renovarla y es un trabajo de todos los días, porque la vieja naturaleza va a estar impulsándonos a los malos deseos, y ese es el problema, porque si aún no somos fuertes en nuestro espíritu es probable que caigamos en el engaño del pecado.

Debemos usar la ropa de la santidad y no la de la vieja naturaleza pecaminosa, debemos cambiarnos las ropas viejas a través de la renovación de la mente. La imagen de Dios debe estar en nuestra vida como señal que somos sus hijos redimidos. La justicia y la santidad nos identificarán de entre las demás personas que no conocen al Señor, porque esa es la imagen de nuestro Dios y debemos reflejarla.

No a la mentira (v. 25)
La mentira es el idioma oficial del reino de las tinieblas y los que habitan ahí lo hablan perfectamente. Por otro lado, la verdad es el idioma oficial y único del Reino de Dios. Desafortunadamente hay creyentes bilingües todavía, y esto no debe ser así. Pablo nos exhorta a dejar la mentira de manera definitiva porque somos miembros del mismo cuerpo espiritual.

Todos los días estamos rodeados de personas con las que debemos interactuar, empezando desde nuestra casa, con nuestro cónyuge, hijos, y los hijos con los padres. Donde hay más de dos personas siempre habrá en algún momento alguna diferencia o roce en el trato. Enojarse será fácil y no es malo, pero sí lo será si no lo controlamos y no lo expresamos con madurez sin ofender ni lastimar a la otra persona.

Lo más malo del enojo es guardarlo y no expresarlo con inteligencia, porque si lo guardas es resentimiento y coraje, que con el tiempo se convertirá en odio y rencor hasta llegar a la amargura. Esto es darle lugar al maligno para que siembre su semilla de iniquidad en nuestra mente y tome control.

En el original la palabra mentira significa: yacer, escondido, oculto, ignorado, sin saberlo. Eso es lo que sucede cuando la iniquidad entra en la mente de un creyente, la mentira es una fortaleza espiritual que busca arraigarse, y ahí se esconde un espíritu de maldad. Los demonios buscan esconderse en la mente, en un asidero, madriguera de mentira, pecado, resentimiento. Cuando logra controlar la mente te hace “hablar” o “hacer” cosas malas desde ahí, que quizás nunca habías hecho.

Dar “lugar” al maligno en griego significa: oportunidad, posición, dar tu territorio (la mente), tu heredad (hijos). Dar lugar es dar oportunidad al maligno para que tome posición para controlar los pensamientos.

El enojo no es malo, eso no es lo que da lugar al maligno, sino los pensamientos que se generan. La batalla está en la mente, por eso debemos renovarla y protegerla con el yelmo de la salvación.

DESTRUYENDO ARGUMENTOS
Las escrituras nos enseñan que no tenemos lucha contra personas sino contra huestes de maldad, contra seres espirituales malignos. Debemos aprender a destruir las fortalezas y los argumentos que se levantan contra la voluntad de Dios (2 Corintios 10:2-6).

Fortalezas (v. 4-5)
En el griego y de acuerdo al contexto significa: Argumento, Castillo, Posesión, Pertenecer, Reinar, Provocar temblor, Enfermar hasta agonizar, Mujer encinta.

Lo que el maligno está buscando es embarazar las mentes de los creyentes. La mentira es como un esperma y la mente es el vientre. Cuando cree esa mentira es cuando se completa la concepción, y el creyente queda embarazado de maldad. Cuando la fortaleza ha sido instalada en la mente, la persona empezará a decir mentiras para cubrir su iniquidad que finalmente lo llevará a la muerte si no se arrepiente de corazón y abandona el pecado (Salmo 7:14-16).

Los argumentos son razonamientos, arrogancia y pensamientos que buscan pelear y reñir contra Dios y Su voluntad. Estos pensamientos buscan justificar de alguna manera el pecado que está practicando. Significa que el maligno pone madrigueras en la mente para poner al creyente en contra de Dios. Debemos evitar que se formen madrigueras en nuestra mente, es decir, los argumentos y las fortalezas.

Cautivando pensamientos (v. 5-6)
La estrategia que Dios nos ha dado es cautivar todos los pensamientos para que se sometan a la obediencia a la Palabra de Dios, debemos decirle lo que ha llegado a nuestra mente y que nos negamos hacer todo aquello que esté fuera de Su voluntad. Si nos quedamos callados ante los pensamientos de maldad, entrarán y harán su madriguera. Es muy importante estar en comunión e intimidad con el Señor para discernir lo malo y decírselo de inmediato.

El objetivo de comunicárselo a nuestro Dios es para negarnos a obedecer los malos deseos; Negarnos hacer lo malo; Negarnos a decir lo malo; Negarnos a mentir; Negarnos a creer las mentiras del maligno. Ésta es la manera de crucificar la carne, porque irá debilitándose hasta morir porque no le damos o concedemos los malos deseos.

Compromiso
Cristo y Su Palabra son uno. Debemos tener la mente de Cristo, por lo tanto debemos:
- Llenar la mente de la Palabra de Dios.
- Obedecer la Palabra en todo.
- Mantener una constante comunión con Cristo.

Proceso importante de confesión
Toda la confesión y en cada punto debe ser en el Nombre de Cristo Jesús.

1. Recibir a Cristo (para los Nuevos Invitados).

2. Destruir las fortalezas:
- Confesar los pecados personales / Pedir perdón.
- Confesar los pecados de los antepasados / Pedir perdón y que te desligue de ellos.
- Romper toda madriguera de pecado / Renunciar.
- Echar fuera todo espíritu maligno al abismo, relacionado con ese pecado que estaba controlando la mente.
- Quebrantar toda maldición de destrucción.
- Ordenar a todo espíritu maligno destructor que hulla y no regrese más.

3. Cerrar la mente a toda mentira.

4. Confesar que escoges obedecer a Jesucristo en todo y siempre.

No hay comentarios: