domingo, 3 de febrero de 2008

FE

Enseñanza básica

INTRODUCCIÓN

La fe es de vital importancia para todo creyente. El Nuevo Testamento expresa claramente que sólo la fe puede hacer que una persona nazca de nuevo al Reino de Dios (Efesios 2:8). Sólo a través de la fe un no creyente puede apropiarse de la justicia que Dios tiene a su disposición (Filipenses 3:9; Romanos 3:28). Pero aún después que una persona ha ejercitado la fe para nacer de nuevo, necesita andar por fe “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe,...” (Colosenses 2:6-7). Recibisteis al Señor por fe, y ahora hay que andar por fe.

La importancia de la fe se ve en el hecho de que es imposible agradar a Dios sin ella. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). A Dios le agrada la fe, ya que es por la fe que recibimos lo que Él ha provisto para nosotros. Los que vienen a Dios tienen que hacer dos juicios acerca de Él: uno de creer que Dios es; este es un juicio respecto a la existencia de Dios y sobre Su poder (Romanos 1:20) y uno debe creer que Dios es galardonador de los que lo buscan; esto es un juicio acerca del carácter de Dios. Así que para agradar a Dios debemos tener fe y la fe es nuestra convicción no sólo del poder y capacidad de Dios, sino también de Su Voluntad de usar ese poder y esa capacidad a favor nuestro.


RECIBIENDO LAS PROMESAS DE DIOS

A través de la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Dios ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 Pedro 1:3). Su muerte nos ha provisto de redención y salvación, tanto espiritual como físicamente. A través de Jesús se ha hecho provisión total para cualquier necesidad que encontremos en esta vida. La Palabra de Dios está llena de las promesas de Dios para Sus hijos. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20).

Pero aunque estas promesas están a la disposición de los cristianos, estas bendiciones prometidas por Dios no llegarán automáticamente. El creyente debe jugar un papel para recibir lo que Dios ha provisto. Dios prometió la tierra de Canaán a los israelitas pero no los sacó de Egipto y los transportó a ella de forma mágica. Los israelitas no se despertaron una mañana y se encontraron ya en la tierra prometida. Tuvieron que entrar y poseer la tierra que el Señor ya había prometido y dado.

De manera sumamente parecida, los creyentes deben ir y entrar en posesión de lo que Dios ha prometida y ya ha provisto para ellos por medio del Señor Jesús. Dios ha hecho Su parte y ahora espera que Sus hijos hagan lo que les corresponde; Él espera que Sus hijos ejerciten la FE en lo que Él ya ha hecho; y así reciban y posean lo que Él ha provisto para ellos.

A. Redimido de la maldición de la ley
Tal vez la mejor afirmación sobre la magnitud de nuestra redención se encuentra en la epístola a los Gálatas. “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:13-14).

1. La redención lo incluye todo
La maldición de la ley que se menciona aquí, está anotada con detalles en Deuteronomio capítulo 28. Esa lista suma todo lo que le sucederá a una persona que peca al desobedecer las leyes de Dios. Incluye enfermedades y plagas (Deuteronomio 28:60-61), pobreza económica (Deuteronomio 28:38-39), desastres naturales (Deuteronomio 28:23-24), y turbulencia política (Deuteronomio 28:49-52).

De todas estas calamidades nos redimió Cristo por medio de Su sacrificio. Todo creyente ha sido redimido de la maldición de la ley, la maldición que caía al ser una criatura pecaminosa. El pecado ha tenido efectos devastadores sobre la creación, pero el sacrificio de Cristo nos ha redimido de esos efectos.

La redención de Cristo no sólo compró nuestra libertad del pecado, sino que también la libertad de los desastrosos efectos del pecado. La salvación de Dios es completa, considera nuestro ser espiritual, mental y físico. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32).

2. En esta vida
Para muchos creyentes estas grandes y preciosas promesas son apenas una lejana “tierra prometida” que nunca se realizará en esta vida; muchos han relegado estas bendiciones al cielo o al reino del milenio. No obstante, estas promesas de Dios son para el disfrute de los creyentes ¡en esta vida! La razón por la cual muchos no las obtienen es porque fallan en poseerlas. Así como la tierra prometida a los israelitas, las provisiones del Nuevo Pacto ya han sido dadas; el precio ya ha sido pagado. Pero, como la tierra de Canaán prometida a los israelitas, cada creyente se debe apropiar de estas provisiones para su vida individual.


B. Participando en nuestra redención
Al estudiar la obra expiatoria de Cristo hallamos cuán amplia es y cuál es el verdadero alcance de nuestra redención. Las promesas de Dios dadas a través de la Palabra, nos hablan de una gran reserva de bendiciones, sanidades y liberaciones a la disposición de todo creyente. Pero depende del creyente el tomar de esa reserva para sí, él debe poseer lo que Dios le ha prometido y provisto.

La posesión de las promesas y provisiones de Dios se logran al ejercitar la fe en Dios y en su Palabra. La fe es la cualidad espiritual que toma de la reserva de Dios y recibe sus promesas. Todo el poder de Dios y el de Su palabra están a la disposición de quien crea; pero este poder
no se hará realidad a menos que se ejercite la fe.

1. Conectándonos a la fuente de poder
Una ilustración simple pero eficaz de este principio se puede ver en las leyes que gobiernan la electricidad y su uso. Toda la electricidad necesaria para operar un aparato está en cualquier toma corriente; pero sin importar lo cerca que esté el aparato del toma corriente, no fluirá electricidad a menos que se enchufe. Se puede colocar el aparato a unos centímetros de la salida de electricidad por un largo período de tiempo, pero nada sucederá. El aparato solo recibirá el poder eléctrico que está en ese toma corriente cuando se enchufe, cuando se conecte a la fuente de poder.

De la misma manera, sólo se puede recibir de la fuente de poder de Dios enchufándose a Él. La fe es el “enchufe” que permitirá a la persona tocar la reserva del poder de Dios y recibir la provisión que Él tiene a nuestra disposición. Solo ir a la congregación por un largo período de tiempo no tendrá efecto en la persona si no usa la fe para recibir de Dios. Que le impongan manos día tras día no hará nada si la persona no ejercita su fe. Será como ese aparato que está colocado a unos centímetros de la salida eléctrica, pero sin enchufar. Hasta que se enchufe a la provisión de Dios con su fe podrá esa persona poseer lo que Dios ha provisto para él.

2. El toque de fe
Lea Marcos 5:21-34. Jesús tenía dentro de sí el poder de Dios para sanar a los enfermos. Él ponía sus manos sobre los enfermos para permitir que ese poder se transfiriese de Él a los demás. Sin embargo, en este pasaje había mucha gente tocando a Jesús; de hecho, camino a la casa de Jairo, la gente lo apretaba (Marcos 5:24). Muchas personas estaban en contacto físico con Él en ese momento, por lo que sus discípulos quedaron perplejos cuando Él preguntó quién lo había “tocado” (Marcos 5:30-31).

Aunque todas estas personas estaban en contacto físico con Jesús, solo una recibió el fluir del poder de Dios hacia su cuerpo. Esta fue la mujer que tocó a Jesús con fe. Fue cuando alguien lo tocó con fe que Jesús supo que había salido poder de Él (Marcos 5:30). Jesús alabó a la mujer por su fe (Marcos 5:34), afirmando que su fe la enchufó con el poder sanador de Dios y recibió lo que era necesario para echar de su cuerpo esa enfermedad y restaurar su salud.

Se ve muy claro en este pasaje que es el poder de fe lo que desata el poder de Dios. Cuando una persona tiene fe en Dios y en Su Palabra comienza a apropiarse de todas las bendiciones que Dios ha comprado para él. Pero si esa persona no ejercita su fe, será como el resto de la multitud que apretaba a Jesús: estaban cerca de Él, pero no experimentaron el fluir del poder de Dios.

3. Fracasos en poseer
La promesa que Dios dio a los israelitas fue que la tierra de Canaán les pertenecía. Todo el poder de Dios estaba a su disposición para capacitarlos a poseer lo que Dios les había dado. No obstante esa generación no poseyó la provisión de Dios para ellos ya que no creyeron la Palabra de Dios. No se enchufaron al poder de Dios por fe.

“Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron” (Hebreos 4:2). El mensaje que los israelitas oyeron fue que la tierra era de ellos (Génesis 28:13-14; 50:24); el ángel de Dios iría delante de ellos para echar fuera a los habitantes (Éxodo 23:23); Dios haría que todos sus enemigos se diesen vuelta y huyeran delante de ellos (Éxodo 23:27-28).

Más aún, era sabido entre las naciones cananeas que Dios les había dado la tierra y por ello estaban temerosos de los israelitas (Josué 2:9). Y aunque todo el poder de Dios estaba a la disposición de los israelitas a través de la Palabra de Dios, no les sirvió de nada ya que no se “enchufaron” por fe. No experimentaron la bendición de Dios que les pertenecía debido a su incredulidad o falta de fe.


C. Desatando el poder de Dios
Estos ejemplos son suficientes para demostrar que es la FE en Dios y en su Palabra lo que nos permitirá poseer completas todas las bendiciones de nuestra redención. Cristo nos ha redimido de todas las maldiciones de la ley y ha puesto a nuestra disposición las bendiciones de nuestro padre Abraham. Las bendiciones de Abraham son tanto espirituales como físicas. Abraham fue bendecido espiritualmente porque tenía una relación con el Todopoderoso (Génesis 17:7). Pero Abraham también fue bendecido materialmente (Génesis 13:2) y físicamente en su cuerpo, ya que a la edad de cien años procreó un hijo (Génesis 21:5).

Todas estas cosas nos pertenecen, pero debemos apropiarnos de ellas. Es el toque de fe lo que desatará estas cosas en nuestras vidas. Fue la fe lo que desató el poder de Dios en el cuerpo de aquella mujer. Fue la fe lo que capacitó a Caleb y a Josué para entrar a la tierra prometida (Números 14:6-9; 32:11-12). De igual modo es la fe lo que nos capacita para poseer todo lo que Cristo ha comprado para nosotros en Su gran obra redentora en la cruz.


FE: EVIDENCIA DE LA REALIDAD ESPIRITUAL

La fe es la cualidad espiritual que nos conecta al poder de Dios. La Biblia define la fe de la siguiente manera “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). La fe es percibir como hechos reales lo que no se revela a los sentidos.

Fe es una seguridad del corazón. “Porque con el corazón se cree...” (Romanos 10:10). Es más que un consentimiento mental a cierta información. Es una convicción de una realidad espiritual invisible. Las promesas de Dios son una realidad espiritual inalterable ya sean que se experimenten en la vida del creyente o no. La fe percibe y está segura de la realidad de esas promesas aunque la evidencia física indique lo contrario.


A. La realidad invisible de Dios
En la definición dada en Hebreos 11:1; y en cualquier discusión sobre el tema de la fe, está el concepto de una realidad que no se ve. La fe se entiende como una convicción de “cosas” que se puede experimentar a través de los sentidos. Andar por fe significa vivir con la atención puesta en lo que no se ve en vez de en lo que se ve. “No mirando nosotros las cosas que se ve, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).

A los cristianos se nos dice: “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). Esto no quiere decir que debemos de caminar a ciegas o en la ignorancia. Más bien significa que debemos fijar nuestra mirada en la realidad invisible, la más alta realidad espiritual. Dice la Biblia que el mundo físico que vemos alrededor nuestro llegó a existir del mundo espiritual que físicamente no se ve (Hebreos 11:3). Así pues la realidad espiritual de Dios, que no se ve, está sobre y excede a la realidad física que se ve y que nuestros sentidos experimentan.

1. La dimensión espiritual que no se ve
Alrededor nuestro existe un reino espiritual que no se ve. Es el reino donde vive y opera Dios. Es la dimensión donde obran los ángeles y donde viven los demonios. Es completamente real pese a que no se ve físicamente. Es la región de la cual Dios creó al mundo en que vivimos. De hecho el mundo físico tiene su fuente en el reino espiritual y se afirma en él.

Este principio de la dimensión que no se ve está muy bien ilustrado en 2 de Reyes 6:8-17. El rey arameo (sirio) cercó la ciudad con un gran ejército, en la esfera física las cosas se veían desagradablemente difíciles; pero Eliseo tenía conocimiento de una realidad más elevada.

Él estaba consciente de una hueste que no se veía. Para que su siervo la pudiese percibir, era necesario que se le “abriesen los ojos”. La conciencia de esta realidad que no se veía hizo que Eliseo estuviera seguro de cuál sería el resultado del ataque de los arameos. El tenía confianza porque sabía que la realidad espiritual sobrepasaba en poder a la realidad física que sus ojos físicos miraban.

2. Andando por la realidad superior
“Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). Debemos andar por fe y no por vista, ya que diariamente enfrentamos situaciones en las que la realidad que “vemos” no corresponde con la realidad que no se ve: Dios nos ha dado “todas las cosas”. Cuando esto ocurre, nuestra convicción y certidumbre deben ser puestas en la realidad que no se ve, como hizo Eliseo, y no en las circunstancias físicas.

Esto no es lo mismo que decir que las circunstancias físicas son ilusorias (que es lo que enseña la Ciencia cristiana). Las circunstancias físicas son reales tanto como era real aquel ejército arameo. Pero hay un principio de realidad más elevado que sobrepasa lo que nuestros ojos ven. Esa es la realidad espiritual que Pablo nos dice que debemos mirar (2 Corintios 4:18).

3. La realidad temporal comparada con la realidad eterna
Las cosas en la esfera espiritual, las que no se ven, son eternas; nunca pasarán. Pero no se puede decir lo mismo de este mundo físico, éste está pasando; las cosas que se ven son “temporales”, están sujetas a cambios; pero las cosas que no se ven, esas realidades espirituales, son eternas y nunca cambiarán.

Por ello es fácil ver por qué debemos poner nuestra confianza y certeza en las cosas que no se ven, ya que ellas son las cosas que permanecen. Si alguien pone su confianza solo en las cosas que ve, estará destinado al fracaso y no llegará a ser partícipe de las maravillosas cosas que Dios ha comprado para él. Pero si una persona pone su confianza en las realidades de Dios que no se ven, comenzará a experimentar esas bendiciones en su propia vida.

4. La seguridad de Abraham
Abraham fue un hombre que enfrentó una contradicción de este tipo. Las circunstancias físicas le decían que él y su esposa Sara ya no podían tener un hijo; él tenía cien años y ella tenía noventa. Pero Dios les había dicho que iban a tener un hijo. Abraham tenía una decisión que tomar: podía creer lo que su cuerpo le decía o podría creer lo que decía la Palabra de Dios; podía andar por vista o podía andar por fe.

Abraham decidió andar por fe y recibió de Dios un hijo a una edad muy avanzada. Él estaba convencido de la realidad y la veracidad de la Palabra de Dios, aunque contradecía lo que él veía. Abraham estaba seguro de que la realidad que no se ve, la de la Palabra de Dios, era más real y sobrepasaba lo que él podía percibir con sus sentidos (Romanos 4:17-21).


B. La Palabra de Dios nos revela lo que no se ve
Nuestra ventana a esta realidad que no se ve es la Palabra de Dios. Es la Palabra de Dios la que nos informa del hecho de que somos más que vencedores (Romanos 8:37); es la Palabra la que nos dice que fuimos sanados por sus heridas (1 Pedro 2:24), la Palabra de Dios nos hace ver que somos hijos de Dios a través del Señor Jesús (1 Juan 3:1). Sin la Biblia nuestra perfección estaría limitada a lo que nos dicen nuestros sentidos; pero por la Biblia podemos recibir información que es más veraz que la que percibimos del mundo físico.

1. Conocimiento revelado
La Palabra de Dios “abrirá nuestros ojos” de la misma forma como se le abrieron al siervo de Eliseo. Esto no se refiere a la visión física, sino al conocimiento revelado, revelado por el Espíritu Santo, que le permitió al hombre ver la verdadera realidad de las cosas, la forma como verdaderamente eran.

“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Corintios 2:12). El Espíritu de Dios nos mostrará todo lo que nos pertenece, enseñándonos a través de la Palabra (Juan 14:26). Como hemos dicho, la Palabra describe la realidad porque nos informa de lo que es nuestro en Cristo Jesús. Dios ya nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. A como el Espíritu nos revela, de la Escritura, lo que son estas “cosas”, llegamos a convencernos más y más de su realidad; a pesar de cualquier contradicción aparente.

2. Percepción espiritual
Andar por fe es andar por la Palabra. Consiste en basar nuestros juicios no en lo que vemos sino en lo que dice la Biblia. Si nuestro cuerpo dice que estamos enfermos, pero la Biblia dice que fuimos sanados, debemos basar nuestros juicios sobre la realidad en la Palabra de Dios. ¡Fuimos sanados! Si nos sentimos rechazados, pero la Biblia dice que Dios nos ama, y nos acepta, nuestra convicción debe reposar sobre la Palabra. ¡Somos amados y aceptados por Dios!

Para vivir conforme a la Palabra, y basar nuestros juicios sobre ella, debemos saber lo que dicen las Escrituras. El ignorar la Biblia mantiene a las personas bajo ataduras, ya que los mantiene ciegos ante la realidad de lo que Dios ha hecho por ellos. La oración de Pablo por las Iglesias era para que supieran: “No cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9). “Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis...” (Efesios 1:18).

Pablo esta orando por la percepción espiritual de ellos tal como Eliseo oró por su siervo. La Palabra de Dios es lo que nos dará la percepción de la dimensión que no se ve donde vive Dios, y en la cual Él nos ha dado todas las bendiciones y provisiones de nuestra redención. Entre más clara sea la percepción de esas realidades que no se ven, más las experimentaremos en nuestra vidas.


C. La fe que agrada a Dios
Un creyente agrada a Dios cuando pone su confianza en la verdad de la Palabra de Dios, y tiene certeza de una realidad que no puede ver; esta clase de personas creen antes de ver el resultado en la esfera de lo visible. Pero una persona sin fe insiste en la evidencia física antes de creer; esta clase de persona no creerá en sanidad hasta que tenga una prueba física de su recuperación, no cree que Dios suple todas sus necesidades hasta que su cuenta bancaria este rebosando; él no agrada a Dios ya que nunca recibirá las bendiciones que Dios le ha dado.

1. El problema de Tomás - Incredulidad
Lea Juan 20:24-29. Tomás hizo una declaración que muchos continúan haciendo hoy día. “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25). La versión de hoy está ligeramente modificada, pero es esencialmente la misma: “¡Ver para creer!” Jesús reprendió a Tomás por su incredulidad ya que, no podía creer sin verlo con sus propios ojos. La promesa de Dios y la Palabra de Jesús no fueron suficientes para él. Jesús llamó a esta clase de actitud, la que demanda una prueba física antes de estar convencidos, incredulidad.

Pero Jesús pronunció una bendición sobre los que podían creer antes de ver. “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29). Esta es la clase de fe que agrada a Dios. Dios está buscando personas que le crean por Su Palabra sin tener ninguna evidencia física para probar la realidad de lo que Él ha dicho.

2. El ejemplo de María – creyendo en la Palabra de Dios
La Virgen María fue una mujer que creyó lo que Dios dijo, aunque lo que Dios decía era físicamente imposible y nunca había sucedido antes (Lucas 1:31, 35). María estaba convencida de la Palabra de Dios, así que su respuesta al mensajero de Dios fue: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu Palabra” (Lucas 1:38).

El hecho de que ella, una virgen, fuera a concebir por obra del Espíritu Santo, y que esto nunca antes había sucedido no bastó para influenciar la realidad de la Palabra hablada de Dios. Al dársele la alternativa de creer en las circunstancias o en la Palabra de Dios, María
escogió creer en la Palabra de Dios. Puso su confianza y certeza en la realidad que no se ve y así recibió exactamente lo que Dios había prometido.


D. Poseyendo las promesas de Dios por la fe
Por la muerte de Jesús, Dios nos ha dado muchas promesas grandes y preciosas. Estas promesas suman toda la herencia que la Redención nos ha dado. Pero como ya hemos dicho, las promesas de Dios no caen automáticamente sobre los creyentes, sino que deben ser recibidas o poseídas de manera muy similar a como los israelitas tuvieron que poseer la tierra prometida de Canaán.

Las promesas de Dios se reciben por fe. La fe es el factor que activa el poder de Dios y convierte esas promesas en realidad física para nuestras vidas. La fe nos conecta a la provisión de Dios, porque nuestra fe es la certeza de esa provisión cuando todavía no se ve. Nuestra seguridad esta fundamentada sobre la verdad de la Palabra de Dios y sobre la realidad de que la provisión ya ha sido dada a través del Señor Jesús. Todas las promesas de Dios son Sí y Amén en Jesús, porque Jesús ya pagó el precio de ellas.

1. Pensando y deseando
El poder de Dios para respondernos no se desata pensando en por qué no recibimos ni deseando recibir; pensando y deseando no son las formas correctas para recibir heredad. Los que sinceramente desean tener la provisión, están convencidos de que todavía no la tienen; sólo pueden creer lo que pueden percibir con sus cinco sentidos físicos.

“La fe percibe como hechos reales lo que no se revela a los sentidos” (Hebreos 11:1 Ampliada). Antes de que alguien pueda comenzar a experimentar la provisión que la Redención nos ha dado, debe comenzar a ver como un hecho real lo que todavía no ha visto físicamente.

Tiene que comenzar a ver como un hecho real que está sano, aunque su cuerpo está enfermo. Tiene que estar seguro que sus necesidades ya están satisfechas, aunque su cuenta bancaria esté vacía. Esta convicción de la realidad que no se ve, según está revelada en la Palabra de Dios, es lo que hará que se manifiesten todas las bendiciones de la herencia por la Redención de Dios.

2. La fe Bíblica
Jesús enseñó estos mismos principios de fe a Sus discípulos. Después de decirles que tuvieran fe en Dios les dijo: “Por eso os digo: Todo cuando pidáis en la oración creed que ya lo habéis recibido, y lo obtendréis” (Marcos 11:24). El principio dado aquí es clarísimo: Creed que habéis recibido (tiempo pasado) antes de ver cualquier cosa, y ya es tuyo.

Esta es la fe Bíblica, la que se apropia de las bendiciones de Dios. Debemos creer que las promesas y las provisiones de Dios, como se ven en las Escrituras, ya son nuestras antes de experimentarlas. La fe es la certeza y convicción de que las tenemos aunque todavía no las veamos.


FE – UNA POSICIÓN DE REPOSO

La fe que agrada a Dios es la que cree que Dios es galardonador de los que le buscan (Hebreos 11:6). Para basarse en la certeza de la fe, se debe estar seguro de que Dios da abundantemente (Santiago 1:5) y no nos quita el bien (Salmo 84:11). Así pues, se puede ver que la fe no es una lucha con Dios para tratar de que Él haga algo por nosotros, sino que Dios ya lo hizo por nosotros al darnos todo lo que pertenece a la vida y a la piedad. Tampoco es la fe una lucha para vencer dificultades por nuestro poder y habilidad, “porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (2 Crónicas 20:15).

La fe es una posición de reposo, una certeza confiada de lo que Dios ya ha hecho por nosotros y una convicción de que llegará a suceder en nuestras vidas. Al creer entramos en el reposo, porque la fe ve las cosas desde la perspectiva de Dios: la forma como verdaderamente son.

Así, el andar por fe a que hemos sido llamados es uno de reposo, no de lucha ni tensión. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil (agradable), y ligera mi carga” (Mateo 11:28, 30).


A. La revelación del amor de Dios
Pablo oró para que los creyentes de Efeso, tuvieran un conocimiento completo del amor de Dios (Efesios 3:17-19). Con frecuencia los creyentes tienen problemas con la fe porque tienen una comprensión muy vaga del amor y la misericordia de Dios. El enemigo les ha pintado a Dios como un ogro furioso, quien no les dará nada si no satisfacen una serie de reglas. A los ojos de estos cristianos, Dios no es un galardonador sino un retenedor. Para ellos la fe es una fórmula que debe seguirse al pie de la letra antes de que Dios haga algo.

Esta manera de pensar exhibe una concepción totalmente incorrecta de la naturaleza de Dios. En la lección dos, establecimos lo que la Biblia dice acerca del carácter de Dios. Dios es amor (1 Juan 4:16). No sólo tiene amor; Él es amor. Dios no es un jefe demandón esperando que sus sirvientes hagan la tarea. Dios es un Padre amoroso, que espera galardonar a Sus hijos, y da toda buena dádiva y todo don perfecto a ellos (Santiago 1:17). Nos amó tanto que mandó a Su hijo a redimirnos del pecado y a darnos todo (1 Corintios 3:21-23).

1. La fe es la respuesta a la gracia
La fe es la respuesta de nuestro corazón al inmerecido favor de Dios, según se nos revela en Su Palabra. La Biblia nos dice cuánto nos ama Dios al mostrarnos todo lo que Él ha hecho a través de la muerte de Su Hijo. Cuando una persona medita bastante en la revelación del amor de Dios según se muestra en Su palabra, y comienza a comprender el amor de Dios “que sobrepasa todo entendimiento”, su corazón comenzará a responder con fe.

Fue la gracia de Dios (favor inmerecido) lo que nos hizo nacer de nuevo, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe...” (Efesios 2:8). El favor inmerecido de Dios es lo que le hizo sacrificar a Su único Hijo y la fe es simplemente nuestra respuesta a este acto de gracia. Así pues, la fe no es una “obra” por la cual podamos ganar el amor de Dios, ya que el amor y el favor de Dios no se pueden ganar. La fe es nuestra certeza de lo que Dios, por Su gracia, nos ha dado en forma gratuita.

2. Teniendo fe en la fidelidad de Dios
El reposo de la fe es la confianza en el amor y la fidelidad de Dios. Dios es fiel. Cuando Sara lo consideró fiel, recibió fuerza para concebir a Isaac a una edad avanzada (Hebreos 11:11). Reposar en la fe es reposar en la bondad y misericordia de Dios que nunca falla. “Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia” (Salmo 136:1).


B. La fe es del espíritu
La confianza que da la fe y que capacita al hombre para permanecer calmado en medio de la adversidad es un fenómeno sobrenatural. Jesús muchas veces exhibió este tipo de seguridad y confianza durante Su ministerio terrenal. Cuando una tormenta casi hundía el bote en el cual viajaban, Sus discípulos tenían temor pero Jesús se mantenía calmado (Marcos 4:35-39). Esta clase de calmada confianza salió de Su Espíritu. Es con el corazón que el hombre cree (Romanos 10:10) y el allí es de donde sale el reposo de la fe.

La fe es del espíritu, no es un fenómeno mental ni tampoco un fenómeno emocional. La fe es una fuerza espiritual que sale del corazón del hombre. Es del corazón del hombre de donde saldrá esta confianza reposada en la Palabra de Dios. Esta fuerza espiritual interna vencerá cualquier reserva mental y cualquier temor que tenga la persona si tan solo ella le permite manifestarse.

1. La fe no es intelectual (aceptación mental)
La fe no es de la mente, no es un fenómeno mental. Uno debe ser muy cuidadoso para no confundir la fe con aceptación mental. La aceptación mental está superficialmente de acuerdo con la Palabra de Dios, pero cuando viene la presión responde de la misma forma que respondieron los discípulos durante la tormenta.

La aceptación mental nunca le dará a la persona la certeza de la realidad de lo que dice la Palabra; cuando haya una discrepancia entre la Palabra y las circunstancias, la aceptación mental siempre estará de acuerdo con las circunstancias.

El reposo de la fe no nace de la mente, ya que el reposo que trae la fe es sobrenatural, es un reposo que no se tambalea por los vientos de adversidades, sino que permanece seguro en la Palabra de Dios y con confianza en la fidelidad de Dios.

2. La fe no es una excitación emocional (sentimientos)
La fe no es de las emociones, no es un fenómeno emocional. Muchos cristianos bien intencionados confunden un entusiasmo emocional con la fe. Pero la fe consiste en un reposo y una certeza del corazón, no en una excitación de las emociones.

La certidumbre de la fe a veces producirá una respuesta emocional, pero si uno tiene emociones y no la certidumbre que la respalde, esta excitación emocional siempre decaerá al enfrentar circunstancias adversas (Marcos 4:16-17).

En un momento de gran excitación emocional Pedro dijo que jamás negaría al Señor Jesús; no obstante, eso fue exactamente lo que hizo al estar bajo presión. No tenía verdadera fe para respaldar su entusiasmo y por ello su entusiasmo decayó ante las adversidades (Lucas 22:33, 34, 60, 61). Pero más tarde, cuando se enfrentó contra otra situación adversa Pedro tuvo fe verdadera para respaldar su entusiasmo y confiadamente miró a los fariseos del Sanedrín y dijo: “Es necesario, obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:27-29).

“He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es Jehová, quien ha sido salvación para mí” (Isaías 12:2). La fe es una posición de reposo porque reconoce que la salvación es de Dios y de ningún otro lado.

El poner la certeza en cualquier otra cosa (por ejemplo: ideas intelectuales y excitación emocional), está destinado a la desilusión. Pero el poner la confianza y la certidumbre en el Dios Viviente siempre producirá como resultado el que recibamos de Dios lo que Él desea que recibamos. Al abandonar nuestros propios esfuerzos y poner nuestra confianza en la bondad y fidelidad de Dios, experimentaremos el reposo de la fe a la cual nos ha llamado Jesús, y recibiremos de la abundancia de las manos de Dios.


SUMARIO. LA FE QUE AGRADA A DIOS

Para agradar a Dios debemos andar por fe, creyendo que Él es fiel y que es galardonador de los que lo buscan. Es de esta manera como experimentamos todo lo que Dios ha comprado para nosotros a través de Su gran salvación. Andar por fe significa basar nuestros juicios en lo que dice la Palabra de Dios, en vez de en lo que dicen las circunstancias físicas.

Debemos mirar hacia la realidad que no se ve pero que la Biblia describe, y al hacerlo, esas cosas que no se ven comenzarán a manifestarse en nuestras experiencias. La verdadera fe Bíblica involucra creer que ya hemos recibido aún antes de ver la prueba física. De esta manera entraremos en contacto con todo lo que Dios ha comprado para nosotros y con todo lo que desea que experimentemos.



FE - PREGUNTAS DE ESTUDIO

¿Qué es fe?

¿Qué es incredulidad?

¿Por qué los israelitas no poseyeron la tierra prometida? Hebreos 4

¿Qué significa que la fe da reposo?

¿Qué nos enseña la vida de Abraham? Menciona por lo menos 4 puntos importantes.

No hay comentarios: