Enseñanza básica
INTRODUCCIÓN
En Marcos 11:24 Jesús estableció un principio de fe que nos permite visualizar la forma de recibir las bendiciones que Dios quiere que tengamos. “Por eso os digo: Todo cuando pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Marcos 11:24). Este es el principio: tenemos que creer que ya hemos recibido (en pasado) las promesas antes de que tengamos evidencias físicas y luego serán nuestras (en futuro).
Sin embargo, con frecuencia se da un período entre el tiempo cuando creemos que hemos recibido y el tiempo cuando vemos las manifestaciones en la esfera de lo físico, y es durante este período cuando los cristianos son penosamente tentados a vacilar y rendirse.
Es entonces cuando debemos pararnos firmes en fe, sin vacilaciones en nuestra convicción de que Dios ya ha contestado nuestras oraciones; es cuando debemos ejercitar la paciencia para que podamos recibir. La Biblia nos exhorta a que imitemos a aquellos que por medio de la fe y la paciencia heredan las promesas de Dios (Hebreos 6:12). Es cuando el creyente le suma paciencia a la fe que es capaz de mantenerse firme hasta recibir la manifestación de aquello por lo que cree; la paciencia lo capacita a mantener su fe en acción hasta que hereda la promesa de Dios.
En las vidas de todos los creyentes hay ocasiones en que se debe mantener firme en la fe y en la Palabra al enfrentar las pruebas y adversidades. La fe en la Palabra de Dios es suficiente para que un creyente se mantenga firme durante cualquier dificultad con la que el enemigo le pueda enfrentar; y la fe le sacará victorioso de la prueba con solo que se mantenga paciente y no se rinda. Cuando el creyente persevera durante la prueba, manteniéndose firme y paciente en fe, siempre saldrá victorioso de cualquier situación.
PACIENCIA FIRME
La fe es la calidad espiritual que nos capacita para recibir de Dios. Pero con frecuencia los creyentes son tentados a renunciar a sus posiciones de fe cuando las cosas no parecen ir de acuerdo a lo que esperaban; es entonces cuando la paciencia (firmeza o perseverancia) es esencial.
Sin paciencia nadie puede ejercitar la fe lo suficiente para ver cumplirse las promesas de Dios. “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:11-12). Si Abraham no hubiese sido paciente tanto como hombre de fe, nunca hubiera recibido la promesa de Dios; pero Abraham fue un hombre paciente. “Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa” (Hebreos 6:15).
Es la paciencia lo que mantiene a la fe en ejercicio hasta la satisfacción de la promesa, o hasta que la respuesta a la oración se manifieste en la esfera de lo físico. En el Diccionario Expositorio de Palabras del Nuevo Testamento, W. E. Vine define la paciencia así: “La paciencia es la cualidad que no se rinde a las circunstancias ni sucumbe bajo la prueba; es lo opuesto al desánimo y se asocia con la esperanza”.
La paciencia capacita al creyente a mantenerse hasta que experimente los resultados. Cuando a la fe se le suma paciencia, la fe se mantendrá en ejercicio y el creyente recibirá su herencia de Dios. Sin embargo, la fe no permanecerá firme a menos que la paciencia se ponga en operación en la vida del creyente.
A. Confianza en Dios
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (Hebreos 10:35). Esa confianza sin temor a que se refiere el escritor del libro de Hebreos es nuestra fe en Dios y en su Palabra. Es nuestra certeza interna de que la Palabra de Dios es verdad y de que Él no nos fallará; la Palabra de Dios no fallará si el creyente mantiene su confianza en ella. Aquellos hebreos estaban bajo tentación de dejar escapar (perder) su confianza y esperanza en Dios.
Cuando esta confianza sin temor (fe) no es desechada tiene grande galardón unido a ella. El mantenerse en fe le acarreará al creyente todo lo que Dios compró para él por medio del trabajo redentor de su hijo. La fe tiene “un galardón grande y glorioso como recompensa”, porque Dios es galardonador de aquellos que le buscan (Hebreos 11:6).
1. El horno de fuego ardiendo
Lea Daniel 3. Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron tres hombres que mantuvieron su confianza en Dios y en la capacidad de Él para librarlos. Ante la inminente destrucción ardiente, valientemente le dijeron a Nabucodonosor: “Nuestro Dios a quien servimos puede liberarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, o rey, nos librará” (Daniel 3:17). Ellos no permitieron que las circunstancias conmovieran su confianza ni su fe en su Dios; esperaron confiadamente salir ilesos del horno aún antes de entrar en él.
Su confianza sin temor tuvo un gran premio en recompensa: fueron librados de la maligna intención del rey y no sufrieron daño en el atentado para destruirlos, porque confiaron que Dios los libraría (Daniel 3:28). El resultado final de la prueba fue que los tres hebreos fuesen promovidos a posiciones de honor en el reino de Nabucodonosor (Daniel 3:29-30). Recibieron la recompensa que recibe la persona cuando pone su esperanza y confianza totales en el Señor.
2. David y la fidelidad de Dios
La confianza de David estaba en Dios porque él estaba convencido de la misericordia y fidelidad de Dios. “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes” (Salmo 36:5). “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. De generación en generación es tu fidelidad...” (Salmo 119:89-90).
David estaba completamente seguro de que, sin importar bajo qué circunstancias, su Dios era fiel para librarlo; por ello afirmaba constantemente en su pensamiento la bondad de Dios. “Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien” (Salmo 116:7).
Nuestra confianza en Dios se basa en revelación de su bondad y su fidelidad. Para poder mantenerse firme en la fe, debes comprender que Dios no falla, que no te fallará si confías en su fidelidad. Los tres hebreos en el libro de Daniel sabían que Dios los libraría de las manos del
malvado rey, su confianza estaba en Dios y en su fidelidad.
B. La necesidad de paciencia
“Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:36). La paciencia y el aguante son cualidades que evitarán que una persona deje escapar su confianza o su fe en Dios y en su bondad. Solo la paciencia permite que la persona mantenga su fe en operación de manera que pueda recibir y entrar en posesión de lo que Dios ha prometido en su Palabra.
La forma en que una persona frena su carro constituye un buen ejemplo de la relación entre la fe y la paciencia: la fe es como los frenos que producen el resultado deseado (es decir, detener el vehículo); la paciencia es como el pie que mantiene el freno actuando hasta que el vehículo llega a detenerse por completo.
De la misma manera la fe produce el resultado deseado, pero es la paciencia la que mantiene a la fe en operación, ante las circunstancias adversas, hasta que se manifieste el resultado. Si una persona permite que se le escape la confianza es como poner el pie en el freno del carro y quitarlo antes de que éste se detenga.
1. Manteniendo la fe en la prueba
La paciencia no se rinde a las circunstancias ni sucumbe bajo las pruebas. Es en medio de la prueba y de las circunstancias adversas cuando el creyente es tentado a rendirse: nadie estará tentado a dejar escapar su confianza cuando todo va bien, pero cuando llegan circunstancias contrarias a la voluntad y a la Palabra de Dios es cuando viene el enemigo a tratar de que el creyente renuncie a su fe en la fidelidad de Dios.
Sin paciencia el creyente no tendrá el aguante necesario para retener su fe cuando las cosas no van bien; sucumbirá bajo la prueba y se rendirá a las circunstancias (generalmente diciendo que esas circunstancias son la voluntad de Dios), y por ello no recibirá el galardón que Dios quiere que tenga. “Más el justo vivirá por fe; y si retrocediere no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38). Dios no se agrada con aquellos que retroceden (es decir, con los que renuncian a su confianza), porque esta impide que las bendiciones de Dios se manifiesten en sus vidas. Dios se deleita en la prosperidad de su pueblo (Salmo 35:27), y le place darnos el reino (Lucas 12:32).
2. No te rindas: ¡Mantente firme!
Todo creyente necesita paciencia, pues sin ella pronto se rendiría al estar bajo prueba. Abraham se mantuvo firme en su convicción de que Dios honraría su Palabra, y esperó pacientemente ante dificultades insuperables. Fue su paciencia lo que le permitió mantenerse firme en las promesas de Dios, aunque lo que Dios le prometió no se manifestó de inmediato.
De manera que debemos ejercitar nuestra paciencia para recibir de Dios; el simple hecho de que las promesas de Dios no se manifiesten de inmediato en nuestra experiencia no es razón para que nos rindamos; cuando la paciencia mantiene a la fe en operación, los resultados están por llegar. Pero si nos dejamos desanimar no permitiremos que nuestra fe opere el tiempo suficiente para ver la manifestación de las cosas que Dios ha prometido. De modo que la exhortación a los hebreos también es para nosotros: ¡No dejes tu confianza en Dios y en su Palabra! La fe y la confianza tienen un gran galardón si se retienen firmemente y no se escapan debido al desánimo.
ENFRENTANDO LA ADVERSIDAD
La paciencia es el poder para mantenerse calmado en el día de prueba o de adversidad y no ser sacado de la Palabra. Se conoce como el día de la adversidad aquellas ocasiones en la vida de un creyente cuando las circunstancias parecen contradecir la Palabra de Dios (a veces se le llama prueba, tribulación o el día malo).
En estas ocasiones los creyentes son tentados a echar fuera su fe en la capacidad y fidelidad de Dios; pero si está entrenado en la Palabra a ser paciente y no rendirse entonces no será sacudido por los vientos de la adversidad. “Bienaventurado el hombre a quien tú, Jah, corriges, y en tu ley lo instruyes, para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo” (Salmo 94:12-13).
La paciencia tiene el valor de rechazar lo que las circunstancias puestas por Satanás pueden probar como cierto en el mundo natural. La paciencia dice: “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). No fallará al estar bajo presión porque sabe que la Palabra de Dios nunca falla. La paciencia sabe que si la fe se ejercita en la Palabra de Dios, el éxito es inevitable. No la mueven las circunstancias adversas ni las pruebas sino que permanece firme, confiando en la Palabra de Dios y en su bondad.
A. La fuente de adversidades
Al enfrentar la tribulación y la prueba, es imperativo que los cristianos comprendan que Dios no es el origen de estas cosas en sus vidas; Dios no tienta (prueba o examina) a su pueblo con adversidad ni con calamidad. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie” (Santiago 1:13). Nuestro verdadero adversario, aquel detrás de la prueba y de la adversidad es el diablo y sus huestes demoníacas. Satanás es llamado nuestro adversario (1Pedro 5:8), porque es el que cava trincheras contra nosotros. ¡Dios no está contra nosotros, Dios es por nosotros! (Romanos 8:31-32).
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Este versículo nos muestra claramente que nuestros adversarios son poderes demoníacos del mal, que buscan robar la Palabra de nuestro interior y hacernos renunciar a nuestra confianza en Dios. Pablo continúa diciendo que debemos resistirnos contra las estratagemas del enemigo, las que él trae contra nosotros en el “día malo” (Efesios 6:13), esas ocasiones en nuestras vidas cuando el enemigo viene en contra nuestra con circunstancias engañosas.
1. El ladrón
Jesús dijo que cuando la Palabra de Dios se planta en el interior del corazón de una persona, inmediatamente viene Satanás a robar lo que ha sido plantado dentro de ella (Marcos 4:15). La persecución y la adversidad surgen para tratar de arrancar la Palabra del creyente (Marcos 4:17).
Satanás tratará de usar pruebas y exámenes para hacernos dejar escapar nuestra confianza. Esas pruebas siempre llegan en forma de evidencia física que parece contradecir la Palabra de Dios, y que proyectan dudas sobre las intenciones de Dios hacia nosotros; la tribulación y la adversidad no son otra cosa que el enemigo probando nuestra fe; son intentos por sacar la Palabra (la base de nuestra fe) de nuestros corazones.
Cuando un creyente retiene su confianza en Dios y en su Palabra, no hay manera que pueda dejar de recibir de Dios. Es debido a esto que el enemigo trata todo lo que está al alcance de su limitado poder para hacernos tirar la toalla, para convencernos de que la Palabra no funciona y de que Dios nos dejará.
2. los limitados medios de ataque de Satanás
Las únicas armas que el enemigo puede emplear en contra nuestra son armas naturales. Satanás no tiene la capacidad ni la autoridad para sobreponerse a los cristianos por medios sobrenaturales. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Las pruebas del enemigo no son sobrecogedoramente poderosas sino que son “comunes al hombre”. Lo que esto significa es que el poder de Satanás contra nosotros se limita a los medios naturales, él utiliza sus armas contra nosotros en las esferas físicas y mental y es por ello que debe emplear el engaño para lograr sus objetivos sobre la tierra. Si tuviera la capacidad para dominar sobrenaturalmente a los cristianos, hace tiempo que lo hubiera hecho.
Pero Satanás no es capaz de simplemente aniquilar a los creyentes cuando le plazca, es por ello que tiene que hacer creer por medio de engaños que los puede destruir y así logra que renuncien a su fe y a su confianza. El enemigo no le puede robar a los cristianos la fe y la confianza en Dios, ¡los creyentes tienen que renunciar a ellas por sí mismos! De modo que Satanás trata diariamente de engañar a los creyentes a que crean que él tiene el poder de predominar sobre ellos; los cristianos que crean esta mentira del diablo siempre van a dejar escapar su confianza.
B. Tenedlo todo con gozo
Las Escrituras exhortan a los creyentes a considerar las tentaciones y pruebas como gozo (Romanos 5:3; Santiago 1:2). No debemos regocijarnos debido a las adversidades, sino que debemos regocijarnos en medio de la prueba porque sabemos algo de esa prueba: La Biblia asegura que la adversidad ejercita y desarrolla paciencia en el creyente. “Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:3). El gozo proviene de nuestro conocimiento de que cualquier prueba que tengamos solo nos fortalecerá y nos hará más maduros, si dejamos actuar la paciencia en la forma debida.
“Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4). El problema con muchos cristianos es que no le dan oportunidad de actuar a la paciencia y se rinden en medio de la prueba o de la adversidad. Las Escrituras nos llaman a ser pacientes y a perseverar en medio de la prueba o la tribulación (Romanos 12:12). Cuando nos mantenemos firmes en medio de la prueba, la paciencia se desarrolla en nuestro interior.
1. El soportar comparado con la liberación
El propósito y el resultado final de la paciencia es que las promesas de Dios se manifiesten en nuestras vidas. Algunos creen erróneamente que la paciencia es la capacidad de soportar una situación sin solución; así que como no hay salida de esa prueba o de esa adversidad, se ve la paciencia como la capacidad de soportarla. Luego, si alguno está enfermo, la paciencia lo capacitará a soportar la enfermedad.
No obstante, la paciencia Bíblica nos es dada para que podamos mantener la fe en ejecución hasta que la incambiable situación sea cambiada por el poder de Dios. Se supone que la paciencia nos llevará a través de la adversidad, no que nos ayudará a soportarla. “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos...” (2 Pedro 2:9).
El propósito y el deseo de Dios es que experimentemos la liberación de la adversidad en esta vida; muchos equivocadamente relegan la liberación de la tentación hasta la venida de Jesús pero la Biblia establece que Dios nos librará de todas las pruebas –en esta vida-. Cuando Pablo se refirió a las muchas pruebas y adversidades que enfrentó durante su ministerio dijo: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmo 34:19).
2. Perfectos y completos
Jesús les enseñó a sus discípulos que se podían regocijar en medio de la aflicción. “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). De hecho, mientras estemos sobre la tierra tendremos pruebas y adversidades, el mismo Jesús lo dijo; pero también nos dijo que confiáramos porque Él ya había vencido al mundo.
Cuando tengamos aflicción nos podemos regocijar y tenerla por gozo, ya que sabemos que al poner a funcionar la paciencia estaremos completos en Cristo y que Dios siempre nos proveerá de una salida. ¡El ha vencido al mundo! Así pues, podemos enfrentar cada prueba dándonos cuenta cabal que Dios no solamente nos librará de ella, sino que además esa prueba desarrollará paciencia en nosotros. Y cuando permitimos que la paciencia desarrolle sus efectos completos en nuestras vidas, entonces seremos perfectos y completos, sin que nos falte cosa alguna (Santiago 1:4).
C. El campo de batalla de la fe
Con frecuencia, al enfrentar pruebas y tribulaciones, los cristianos fallamos y dejamos de reconocer que debemos pelear la batalla. La batalla de la fe no es una pelea externa ni física contra las circunstancias adversas, sino que la batalla de la fe ocurre dentro del alma de cada creyente individual. El conflicto es entre mantener nuestro pensamiento y nuestra meditación en Dios y en su Palabra en vez de mantenerlos en la situación externa.
Como ya hemos dicho, los ataques del enemigo son internos por sacarnos la Palabra de nuestro interior, para que nos rindamos y retrocedamos en nuestra confianza. El verdadero objetivo es que la tormenta que esta tronando afuera sea introducida en nuestro interior, para que lleguemos a estar miedosos y descorazonados.
Esto fue exactamente lo que les ocurrió a los discípulos cuando hallaron la tormenta en el mar de Galilea; ellos fueron vencidos no tanto por la tormenta en sí, sino por el miedo a la tormenta; le permitieron a la tormenta entrar en ellos. Pero Jesús dormía en la popa de la barca, la tormenta no entró en Él; Él despertó y simplemente reprendió al viento y a las olas (Marcos 4:35-41).
Lo mismo que les ocurrió a los discípulos en esa situación le ocurre, con frecuencia a los creyentes de hoy. Permiten que la tormenta de la adversidad se aloje dentro de ellos en forma de miedo y descorazonamiento. Luchan contra las manifestaciones externas de los ataques del enemigo, de la misma forma como, de seguro, remaron y achicaron el agua los discípulos para contrarrestar los efectos de la tormenta.
Pero, mientras tanto, no se dan cuenta que están perdiendo la batalla interna. Jesús le pudo hablar al viento y a las olas con eficiencia porque Él no permitió que la tormenta se alojase dentro de Él; ¡Él no estaba asustado! Pero los discípulos primero se llenaron de temor y luego se descorazonaron; creyeron que iban a morir (Marcos 4:38).
Los dos principales ataques internos que Satanás y sus demonios utilizan contra los creyentes son el miedo y el descorazonamiento. Si logran ganar esta batalla interna al plantar estos dos sentimientos dentro del creyente, después les es fácil convencer al creyente de que deseche su confianza.
Pero cuando el creyente reconoce la verdadera fuente del problema y cual es el campo de batalla, el miedo y el descorazonamiento no podrán alojarse en su mente ni en su corazón. Las circunstancias se corregirán si el creyente retiene su confianza, sin dejarla escapar por miedo al desánimo.
1. Miedo
El miedo es lo opuesto a la fe y opera de manera muy parecida a como lo hace la fe; pero produce los resultados opuestos. La fe es nuestra confianza en la veracidad de la Palabra de Dios en tanto que miedo es creer en las mentiras del diablo. La fe es la convicción o sustancia de las cosas esperadas y deseadas en tanto que el miedo es la sustancia de las cosas no deseadas.
La arena de la fe es la mente y la lucha de la fe es mantener la mente en Dios y en su Palabra. El enemigo intentará destruir nuestra confianza plantando pensamientos de fracaso y de desastre en nuestras mentes; tratará de que la tormenta penetre en nuestro interior por medio del miedo, como hizo con los discípulos. Pero la Biblia dice que debemos mantener nuestras mentes concentradas en las cosas que son verdaderas y de buen nombre (Filipenses 4:8). Es completamente claro que las mentiras del enemigo no se pueden clasificar de “buenas” ni de “buen nombre”.
De modo que cuando se enfrentan pruebas o adversidades la batalla se libra dentro de nuestra propia mente. Cuando la tormenta se mantiene fuera de la mente, la persona puede enfrentar directamente los obstáculos físicos y vencerlos por el poder de Dios.
2. Desánimo
En la definición de paciencia del diccionario de W. E. Vine, se menciona al desánimo como lo contrario a la paciencia; tanto como el miedo es lo contrario a la fe, así es el desánimo lo opuesto a la paciencia. El desánimo siempre se origina en el miedo de que la Palabra de Dios le falle a esa persona. Es un estado mental que tiende a darse por vencido y a expulsar la confianza en la Palabra de Dios.
Si el diablo logra convencer a una persona –por el miedo—que está atada al fracaso, y que la Palabra de Dios no funcionará en alguna situación particular, todo lo que le queda a esa persona es desesperación y falta de esperanza. El desánimo es el enemigo de la paciencia y hace exactamente lo contrario a lo que hace la paciencia.
La paciencia capacita a la persona a mantenerse firme en la fe frente a las pruebas; el desánimo hará que la persona vacile y dude de su fe, y eventualmente hará que esa persona desista de su fe. Igual que con el miedo, la batalla contra el desánimo es en nuestra mente; cuando la gente se convence en su propia mente de que no hay esperanza es cuando se rinde.
Satanás sabe que el no puede simplemente sobreponerse a los creyentes; para derrotarlos en cualquier área debe; por medio del engaño, lograr que renuncien a la lucha y que sucumban ante la prueba; es por ello que viene contra los creyentes con miedo y descorazonamiento, para hacer que los cristianos pierdan su confianza en Dios; él solo puede ganar cuando convence a alguno de que no hay esperanza ni solución.
Pero cuando un creyente no permite que el miedo ni el desánimo permanezcan dentro de él, sino que pacientemente está firme en la fe, el enemigo no tiene el poder necesario para impedir la manifestación de la solución o de la liberación de esa prueba.
La batalla de la fe es una lucha interna y no una lucha física externa. El propósito del enemigo es lograr que dejes escapar tu confianza. Cuando enfrentes exámenes o pruebas recuerda que el blanco verdadero no es tu cuerpo ni tus posesiones; el blanco verdadero son tu fe y tu confianza en Dios y en su Palabra; ese es el precioso bien que el enemigo quiere robarte.
Antes de dirigirte a la situación física, asegúrate que la tormenta no se ha alojado en tu interior; y si lo ha hecho, trata primero con esa tormenta interior del miedo y el desánimo al reafirmar en tu propio pensamiento la bondad de la fidelidad de Dios. Medita en la fidelidad de tu Padre hasta que la tormenta ya no esté en ti, hasta que ese miedo y ese descorazonamiento sean echados fuera; posteriormente dirígete a la situación hablando una confesión positiva con tu boca, igual que hizo Jesús en el mar de Galilea.
RECIBIENDO POR MEDIO DE LA FE Y LA PACIENCIA
La Biblia nos dice que Abraham recibió el hijo prometido por la fe y la paciencia. La fe hizo que lo imposible ocurriese, pero la paciencia mantuvo a la fe en ejercicio hasta que el hijo prometido se manifestó en el mundo físico. Cuando nos mantenemos firmes en la Palabra de Dios es cuando recibimos de Dios lo que Él nos ha prometido. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1:12). Aquel que persevera y soporta la tentación y la prueba, y no desecha su confianza es el que recibe.
Los siguientes son cuatro pasos a seguir para mantenerse firme en la fe por las cosas que deseamos. No se dan como una fórmula sino que sencillamente se dan para ayudarnos a comprender cómo mantenernos firmes e inmovibles en nuestra fe, de manera que el diablo no nos pueda engañar ni derrotar.
A. Toma una decisión
Decídete a creer que recibes cuando oras y decide no cambiar (Marcos 11:24).
No busques la evidencia de la oración contestada en la esfera física, la contestación es tuya en la esfera espiritual tan pronto como creas que ya has recibido; la evidencia de la contestación es la Palabra de Dios en sí misma. Decídete a no cambiar tu confesión hasta que veas que la respuesta a ocurrido en la esfera física. La paciencia te capacitará para mantenerte en la Palabra de Dios, sin fluctuaciones, y mantendrá tu fe en ejercicio hasta que llegue la manifestación.
¡Decídete a ganar! Una decisión es un ejercicio de tu voluntad. El diccionario define “voluntad” como “un propósito, intención o determinación fuerte”. Si tomas la determinación de tener lo que dice la Palabra de Dios, lo tendrás. La voluntad es la determinación de recibir algo ¡Decídete a mantener con la determinación de que pasarás todas las pruebas triunfante!
B. Ponte contra el adversario
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Con demasiada frecuencia los cristianos resisten la Palabra de Dios con sus bocas (por confesiones negativas), y se someten al diablo al confesar y meditar en sus mentiras. Pero nosotros debemos someternos a Dios meditando en lo que Él ha dicho, y resistir las mentiras y los pensamientos malignos de Satanás.
Aprende a no quejarte. Quejarse es meditar en las palabras de Satanás. Por el contrario medita en la Palabra de Dios. Cuando te llegue un pensamiento, discierne su origen ya que no todo pensamiento contrario a la verdad de la Palabra de Dios, es una mentira del enemigo. Resiste al diablo al rechazar sus mentiras –una por una- en el nombre de Jesús. La Biblia nos dice que controlemos lo que pensamos (Filipenses 4:8). Es en esta forma como resistimos los violentos ataques del adversario.
C. Presta atención a la Palabra de Dios
“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios 4:20-22). Mantén la Palabra en tu corazón. Ponle atención. Si concentras tu atención en lo que Dios dice y no en lo que el diablo te está diciendo él no tiene ninguna manera de derrotarte. Se nos instruye a que hagamos esto:
-- Mantén la Palabra en tus oídos.
-- Mantén la Palabra frente a tus ojos.
-- Mantén la Palabra en medio de tu corazón.
¡Si vas a vencer tienes que ponerle atención a la Palabra de Dios!
De igual modo que ningún humano puede ver en dos direcciones diferentes a la vez, así tampoco podemos mirar atentamente a la Palabra de Dios y a las mentiras del diablo simultáneamente.
O estás mirando y poniéndole atención a la Palabra de Dios o estás poniéndole atención a las circunstancias y a las mentiras del enemigo. Si les pones atención a lo que dice el enemigo, surgirá miedo en tu corazón; pero si le pones tu atención a la Palabra de Dios, la fe surgirá en tu corazón. Si mantienes tu atención enfocada sobre la Palabra de Dios –todo el tiempo- te colocas en una posición en que miras todas las circunstancias y todas las situaciones a través del ojo de la fe. El ojo de la fe ve las cosas como ya obtenidas, provistas por la muerte y resurrección de Jesús.
D. Pronuncia únicamente palabras de fe
Niégate a pronunciar palabras contrarias a lo que crees que has recibido. Habla solo palabras de triunfo y de abundancia. Con mucha frecuencia los creyentes son derrotados por las palabras que salen de sus bocas. Hablan solo lo que ven en el mundo físico; esto afirma lo que el enemigo está tratando de probarles: que la Palabra no funcionará en esta ocasión. Nuestras palabras siempre deben afirmar que ya tenemos la respuesta; y estas palabras saldrán de un corazón que tiene certeza de que Dios es fiel a su Palabra.
Igual que la fe siempre se expresa por la boca de la persona, el miedo y la duda siempre se expresan por la boca. Luego debemos poner cuidadosa atención a lo que sale de nuestras bocas y estar seguros que lo que hablamos está de acuerdo con la Palabra de Dios y con la respuesta que deseamos.
SUMARIO. PACIENCIA, CONFIANZA, FE,
LAS PROMESAS Y LA FIDELIDAD DE DIOS
Nunca existirá una razón para que el creyente deseche su confianza en Dios y en su Palabra. Dios es verdadero y fiel a las promesas que nos ha dado en las Escrituras “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza las nubes” (Salmo 36:5).
La misericordia de Dios y su fidelidad son infinitas. Debido a esto se puede confiar totalmente en su Palabra, ella es digna de completa confianza. Pero los creyentes deben aprender a ejercitar la paciencia para que su fe en Dios se mantenga en funcionamiento y que ellos no desechen su confianza (Hebreos 10:36). Sin paciencia, eventualmente se desechará la confianza y no recibiremos las promesas de Dios.
FE Y PACIENCIA - PREGUNTAS DE ESTUDIO
¿Cuál es la base de nuestra fe?
¿Qué es la paciencia?
¿Qué es el desánimo?
En el tiempo de espera ¿Cómo debe ser nuestra actitud?
¿Cuáles son los dos principales ataques del enemigo?
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